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martes, 5 de noviembre de 2013

Distancias...

Por: Elena Martínez

Hoy es día de retrospección. Hoy no soy la persona alegre que muestro todos los días. Hoy he recordado todas las cosas malas que le dije, las cosas malas que he pensado de él, y lo mucho que solía significar para mí.
Por personas como él he cambiado. Por esas personas que en un momento vemos indispensables, pero que pueden volverse comunes y corrientes en un parpadeo. Por la clase de personas que me remueven el corazón hasta sentir que estoy condenada a una vida llena de amores imposibles.
Gracias a él descubrí que no existe nada como tener demasiada esperanza. Descubrí que es fácil confundir la comodidad de un amigo con el afecto de una persona que quieres. Descubrí que podía tomar lo que quisiera de él, pero siempre desearía más... excepto que no tendría el valor de pedirlo. No estaba lista para el rechazo, y no estaba preparada para aceptar que en realidad tenía una pequeña posibilidad real.
Porque sí: La esperanza, la negatividad y la inseguridad son una mezcla peligrosa. Bloquea al ser humano, nos obliga a ser positivos cuando nuestra mente nos grita que todo irá de mal en peor, y nunca podremos averiguarlo porque otra parte de nuestra mente nos dice que no podemos hacerlo.
Pasó el tiempo y ya lo he olvidado. Ahora lo veo como es: Una muy buena amistad, muchos gustos en común, una persona de la cual tomar afecto cuando lo necesito, y nada más. Y he aprendido a vivir con ello. Lo he superado, y me siento feliz.
Sin embargo, en estos días de introspección, la miro a ella. El objeto de su afecto. La persona que se encarga de poner una sonrisa en su rostro todos los días.
Frente a muchos suelo decir que no comprendo cómo ella puede estar con alguien como él. Que ella y él no se merecen. Que ella debería ver el patán que es. Que él debería notar la falsedad que guarda ella. Puedo decir muchas cosas.
Sin embargo, he estado ahí. Puedo identificarme fácilmente. Sé por qué está con él. Sé que pudo haber visto en su mirada, en su peculiar forma de ser.
Y es en momentos como estos en que los observo y pienso: Se ha de creer incomprendida, pero quizás sus ojos, su esencia y la calidez de su ser la atraparon tanto como me atraparon a mí una vez.